¿Qué diferencia las emociones sanas de los trastornos de salud mental?
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noviembre 4, 2024Aunque pueda parecer sorprendente, la realidad es que todos, en algún momento o situación, hemos manifestado rasgos que podrían asociarse con un trastorno mental.
Esto no significa que todos suframos de trastornos clínicos, sino que los patrones de conducta, emociones y pensamientos propios de ciertas condiciones de salud mental están presentes, en mayor o menor grado, en todos nosotros.
Esta realidad es importante porque no solo amplía nuestra comprensión sobre lo que significa vivir en un rango de experiencias mentales diversas, sino también porque nos permite reconocer la complejidad y amplitud de la mente humana.
Cuando hablamos de poseer rasgos de trastornos, nos referimos a aquellas características que, aunque en su forma extrema pueden ser indicativas de un trastorno específico, en su versión cotidiana o en situaciones aisladas pueden aparecer sin causar un gran impacto en nuestra vida.
«La diferencia esencial entre un rasgo y un trastorno radica en la intensidad, frecuencia y el efecto que esas características tienen en nuestro bienestar y en nuestra capacidad de vivir una vida equilibrada».
Por ejemplo, todos en algún momento hemos experimentado momentos de ansiedad o tristeza, y eso no significa necesariamente que tengamos un trastorno de ansiedad o depresión clínica. Pero comprender estos rasgos es una herramienta clave para saber cuándo ciertas características empiezan a desbordarse y requieren atención y cuidado.
El estrés, las expectativas sociales y los desafíos diarios pueden activar una serie de respuestas emocionales y comportamientos que se asemejan a los síntomas de un trastorno.
Una persona que se siente temporalmente insegura o con baja autoestima podría experimentar pensamientos y comportamientos propios de un trastorno de ansiedad social. Alguien que está bajo una gran presión laboral o personal puede actuar de maneras que se acercan a la impulsividad y comportamiento arriesgado propios de un trastorno límite de la personalidad.
En situaciones aisladas, estos rasgos no necesariamente suponen un problema; sin embargo, si se intensifican o se vuelven frecuentes, es cuando pueden empezar a afectar nuestro bienestar general.
Reconocer que todos poseemos algunos de estos rasgos en mayor o menor medida puede ayudarnos a ser más comprensivos y empáticos, tanto con nosotros mismos como con los demás.
Es frecuente que la sociedad perciba los trastornos mentales como algo ajeno, como parte de «otra realidad», lejana y extraña. Sin embargo, si comprendemos que todos tenemos experiencias en común y que la salud mental es un espectro, será más fácil tratar a los demás y a nosotros mismos con mayor compasión y menos juicio. |
Esto fomenta una cultura donde es posible hablar de la salud mental con más naturalidad y respeto, eliminando tabúes y creando entornos de apoyo donde pedir ayuda no sea motivo de vergüenza.
Tomemos como ejemplo el perfeccionismo, un rasgo que muchos tenemos en algún grado. Querer hacer las cosas bien o incluso buscar la excelencia es completamente natural. Pero, cuando este deseo de perfección se intensifica y empieza a gobernar la vida de una persona, llevándola a sentir angustia constante, insatisfacción e incluso evitando situaciones por miedo a fallar, este rasgo se aproxima a los criterios de un trastorno obsesivo-compulsivo.
Lo mismo ocurre con otros rasgos como la timidez, la competitividad o la necesidad de control. Todos pueden ser completamente funcionales en su justa medida, pero pueden afectar nuestra salud y nuestras relaciones si se desbordan o pierden el equilibrio.
Al reconocer que estos rasgos son parte del espectro humano, también podemos identificar los factores que los intensifican y aprender a gestionarlos mejor. Si un rasgo comienza a interferir en nuestra vida, es posible que necesitemos aprender a establecer límites internos y a manejarlo de manera consciente.
Una de las claves es fortalecer nuestro autoconocimiento, lo cual nos permite reconocer cuando una característica nuestra está cruzando la línea y nos está impidiendo vivir de manera saludable. Este autoconocimiento también nos ayuda a ser proactivos en el autocuidado, integrando prácticas como la meditación, la terapia y el autocuidado emocional para gestionar mejor nuestras respuestas emocionales y conductuales.
Otra gran ventaja de comprender estos rasgos como parte de la experiencia humana es que podemos aprender a ver nuestras propias respuestas emocionales con menor autocrítica y mayor aceptación. Es posible que algunos días nos sintamos abrumados, irritables o ansiosos, y esto es natural. En lugar de juzgar estas experiencias como «negativas», podemos aprender a escucharlas y a atender las necesidades que están detrás. Sentir ansiedad o tristeza no nos hace «menos fuertes» o «menos capaces», y saber que todos, en mayor o menor grado, vivimos estas experiencias es un recordatorio de que no estamos solos.
«Si estos rasgos de trastornos empiezan a convertirse en patrones que interfieren en nuestra vida, en nuestras relaciones o en nuestra capacidad de disfrutar y de vivir en paz, entonces es importante reconocer la importancia de pedir ayuda».
Buscar apoyo profesional es una decisión valiente y responsable. Como psicólogos, podemos ayudarte a explorar esos patrones, entender su origen y brindarte herramientas para afrontarlos, algo que, a menudo, puede ser más difícil de lograr sin orientación.
Además, los terapeutas ayudamos a normalizar estas experiencias, recordándote que tener momentos de ansiedad, tristeza o frustración no significa estar «rotos» o ser «anormales».
Todos tenemos el derecho y la capacidad de cultivar una buena salud mental, y reconocer que poseemos rasgos de distintos trastornos en algún grado es solo el primer paso.
La clave es mantener el equilibrio y atendernos en el momento adecuado para que nuestras emociones y comportamientos no se conviertan en una fuente de sufrimiento.
Aceptarnos a nosotros mismos en toda nuestra complejidad es, en definitiva, una de las mejores formas de crecer emocionalmente. Cuando comprendemos esto, aprendemos a vivir con mayor tranquilidad y a vernos con una mirada menos crítica y más amorosa.
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